Esa fue la pregunta que se hizo mi mamá en cuanto vio a una de las guacamayas destruir el techo de madera del apartamento.
¿Te llamas Philip? – dijo mi madre con curiosidad, y la guacamaya asintió con su cabeza.
Entendimos que él había escogido su nombre, y con gracia le dimos la bienvenida a nuestro hogar.
Ahora Philip es un guacamayo afectivamente adoptado que trae a sus 7/8/9 amigos todos los días de visita para comer.