Un oasis de concreto y adrenalina en medio del caos caraqueño. Los árboles, testigos mudos de innumerables trucos, saltos y acrobacias, ofrecen una sombra refrescante. Canelo, con su tabla bajo los pies, se desliza entre las rampas, barandas y obstáculos desafiando las leyes de la física. Un niño, montado en su monopatín, lo observaba con una mezcla de admiración y asombro. En ese momento, la naturaleza y la ciudad se fundían en una sola, creando un espacio donde el arte del skateboarding y la belleza del entorno se unían en perfecta armonía y equilibrio.