Caminar por el casco histórico de Cuenca, en Ecuador me hizo recordar a Caracas. Desde su brisa helada, sus calles empedradas y el cielo azul que arropa a toda la ciudad.
Desde siempre, he sido admiradora del cielo caraqueño y todas sus formas, soy fotógrafa incansable de sus atardeceres, porque para mí, es su manera de decir que a pesar de todo, las cosas estarán bien.
En Cuenca me encontré con este cielo que me hizo respirar ese azul clarito, cada vez que iniciaba un nuevo día, una nueva aventura en la ciudad que me vio nacer y crecer.
Esta foto me trasladó no solo a sus cielos, también a sus calles, su naturaleza y un poco de su movimiento. Siempre la busco en nuevos paisajes y agradezco haberme enseñado que la esencia de la vida se encuentra en los detalles.
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