Al ir caminando por una calle residencial de Macaracuay, me encuentro con una propiedad casi en ruinas, llena de grafitis y deteriorada. Lo único reconocible es un cartel con las palabras «Prohibido abandonar gatos, propiedad privada». Irónicamente, un gato callejero estaba afuera, dándole poca importancia al letrero que tenía a sus espaldas.