Una ciudad sin tiempo, sin tiempo para envejecer.
Cada amanecer con una ráfaga de contraste, de esquina a esquina, entre plazas y autopistas.
El sol se va. Llega el sereno. Con él una calma, un descanso para sus inquebrantables.
En el ajetreo entre los pasos, siempre contra reloj escucho las gotas y me detengo, respiro, admiro a nuestra sultana tras el agua recordando mi natal los andes y sigo en mi CARACAS.
ser caraqueño
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cuarta edición finalistas