Claro, aquí tienes una versión mejorada de tu narración:
La foto nació durante una caminata llena de anécdotas junto a mi abuela, Gladis Mendoza. Entre risas y charlas, discutíamos sobre si las ciudades tienen una voz propia, una personalidad única. Al principio, no lograba entender lo que ella decía. No escuchaba nada y mucho menos creía en su teoría de que las ciudades hablan.
Pero todo cambió mientras compartíamos un café. Con una mirada sabia y paciente, mi abuela me dijo: «Cierra los ojos y dime qué escuchas.» Me tomó unos minutos, quizás diez, para desconectarme del ruido y comenzar a sentir. Fue entonces cuando lo vi: un señor, perdido entre el caos, entregando el alma en su música. Cada nota que tocaba parecía resonar con el latido de la ciudad misma.
Me cautivó su pasión, su entrega… y en ese momento lo entendí: las ciudades no solo tienen voz, tienen alma.