Iba saliendo del trabajo, cuando de repente se me cruza este señor con su bolsa de frutas y un ramo de flores. En seguida salta a la calle para cruzar entre los carros, pues es victima de lo que históricamente muchos han sido; la creación de una ciudad pensada para los carros y el consumo de petróleo, dejando atrás planificaciones viales para los peatones, proyectos ecológicos y planes de desarrollo sostenible. El señor de las flores solo es un reflejo más de lo que aqueja la ciudad de la eterna primavera, llena de pitos, cornetas, tubos de escapes y ruedas, que entre semáforo y semáforo nos dejan una ciudad que pareciera necesitar de su caos para exaltar la belleza particular que disfrutamos y que solo es posible retratar por aquellos que verdaderamente caminen sus calles.