“Y así, lo tenían por cierto los hombres y mujeres de aquella tierra. Que aquel a quien conocían como el dios Guak-Amay había venido desde más allá de la montaña que coronaba el valle; y que debajo de sus alas, trajo las semillas de los miles de flores que crecían en aquella tierra, cuando escapó del jardín de los cielos portando el fuego para los hombres; y que por ello se escuchaban sus alaridos haciendo eco por las montañas” E.J., Crónicas perdidas de la conquista del Paraíso (1524).