Caminando por sabana grande, un día soleado, lleno de buhoneros, de gente, niños, policías, heladeros, chicharrones, música altísima, en cada tienda los vendedores con autoparlantes describiendo la mercancía, las ofertas, e invitando a entrar en las tiendas; se trataba del caos caraqueño. Yo caminaba entre la multitud con mi cámara. De repente me topé con ese maquiní en medio de la entropía con una benda que tapaba sus ojos y se destacaba en medio de la masa multitudinaria, entre los colores de las sombrillas y los objetos que lo rodeaban. Sentí una identificación ante ese espectáculo, era yo misma en medio del desorden tomando fotos. La diferencia era que yo tenía los ojos abiertos mirando la anarquía de una parte de Caracas mediante el lente de mi cámara.