Ser Caraqueño/a es el esfuerzo, la constancia y entrega de su gente, siempre con una sonrisa en el rostro.
Eso es Hilda. La maestra que por 27 años se ha dedicado con calidez y estructura a educar a los hijos e hijas de los profesores de la UCV. Allá arriba, en la colina de Bello Monte, en los salones del hijo que la UCV tiene, ella fomenta la ética y la cultura.
Quién la conoce tiene una linda historia qué contar, de sacrificio y de solidaridad. Sus estudiantes la recuerdan como esa que brinda confianza y da seguridad.
Quince días -dice- es lo más que soporta estar lejos de Caracas. Ama todo lo que es la ciudad. El recuerdo de su adolescencia en el parque Conde le saca sonrisas de añoranzas de una vida que ha valido la pena. Y hoy sigue valiendo por el trabajo de Maestra que, a pesar del irrisorio salario, ella hace por pasión, porque le llena el corazón de alegría y los días de sonrisas, abrazos y esperanza. La esperanza de estar cada día apostando por devolverle a Caracas lo bonito que a ella le dio.
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