6:30am sale el sol en Caracas iluminando parte del valle, va destellando luz e irradiando calor a la ciudad: edificios, calles, a las plantas y a aquellas personas que salieron tipo 5 de la mañana para estar temprano en el trabajo, porque así también es el caraqueño, trabajador.
Es ese sol el que pinta de colores el cielo y al gran templó verde que nos da oxígeno en la ciudad, que se levanta como un gran tótem, el Ávila. Ese inmenso macizo que mantiene el real equilibrio en la ciudad, sin él, el caos sería inimaginable.
Viendo en retrospectiva, ese gran tótem que se levanta frente a la ciudad y a sus edificios, me hace recordar y agradecer a aquellos que, pensando en el futuro, resguardaron a través de leyes el tembló más bello que tiene la ciudad, también recuerdo el gran compromiso que tenemos hoy de mantenerlo y preservarlo para nuestros chamos, para la misma vida de la ciudad. Porque crecer en el Ávila, recorrerlo, disfrutarlo, es también parte de ser caraqueño.
Ver el cerro-templo, es recordar mi infancia subiendo al Hotel Humboldt con la familia, amando lo verde, la gran aventura, recogiendo las bolsitas y cualquier plástico que nos encontrábamos en el camino, es también pues, un recuerdo familiar que viaja conmigo.