Caracas de noche es otra ciudad, quizá sea la tenue luz que ilumina sus calles la que impregne la atmósfera citadina de la inusitada alegría, ¿Alegría tísica?.
Se ha vuelvo tradición de la noche caraqueña comer perros calientes, en los carritos que abundan en la ciudad. En las Mercedes, se ubica uno, donde gran parte de la juventud caraqueña, luego de algunos tragos, asiste.
Ese carrito es la mejor definición de comida rápida, hay dos hombres que no paran de hacer hamburguesas y perros calientes, uno tras otros, parecen maquinas; mientras una larga filas de clientes esperan con ansias saciar su hambre con un bala fría.
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