La urbe caraqueña es ruda. En el transporte hay tardanzas, calor, congestión, y, a veces, trifulcas. El día a día es caótico, para la gente de a pie. Pero todo se supera si tienes la mayor riqueza del mundo: el amor de tus seres queridos. El calor de un abrazo, la seguridad de un hombro donde reposar, son un bálsamo que nos devuelve el equilibrio. Como dijo el caraqueño Frank Quintero, » Cuando no te sientas bien, Y tengas miedo de caer, Apóyate en mi, apóyate en mí».